"Las críticas no serán agradables, pero son necesarias". Winston Churchill.

martes, 20 de enero de 2015

Hay luz al final del túnel

La política española ha atravesado los últimos años posiblemente el mayor bache en los casi 40 años de democracia que llevamos. La gente de la calle ha ido paulatinamente perdiendo la confianza en “sus representantes”, a medida que aumentaban (o al menos se iban haciendo públicos) los casos de corrupción, y también su mala gestión ante la crisis que está sufriendo Europa y en mayor grado España. Utilizo las comillas porque esa función es la que en teoría debería tener un político, la de representar la voluntad popular y atender sus necesidades, pero después en la práctica hemos visto como en muchos casos no ha sido así. Tenemos multitud de ejemplos, sobre todo en los dos partidos que han gobernado mayoritariamente en nuestro país (PP y PSOE), de gente que únicamente ha actuado en beneficio particular, o al menos lo ha priorizado sobre el servicio público. El resultado: un país quebrado económica y socialmente, y con unos ciudadanos cada vez pasándolo peor que señalan a los políticos como máximos responsables. El 15 de Mayo de 2011 se llegó al punto álgido de toda esta frustración. El después llamado Movimiento 15-M (o movimiento de los indignados) fueron unas protestas pacíficas que comenzaron ese día en la Puerta del Sol (Madrid), con las que la gente ponía de manifiesto su malestar. Las causas que lo motivaron fueron tales como: crisis económica, casos de corrupción, medidas de austeridad, nula democracia representativa, desempleo, desahucios, fracaso del bipartidismo… etc. El movimiento tuvo gran repercusión mediática, y se extendió a todos los rincones del país con numerosas manifestaciones. La desconfianza que en ese momento había en la clase política era tremenda. Frases como “todos son iguales” o “sólo piensan en ellos mismos” estaban en bocas de todos. Y la verdad es que, viendo la gente que se sentaba en el Congreso y su escasa capacidad por lo general, el futuro parecía pintar muy negro.

Sin embargo, en los últimos meses hemos venido asistiendo a la irrupción de lo que parece ser una nueva ola de políticos. Al menos, hay indicios esperanzadores. Partidos jóvenes como Podemos o Ciudadanos, y en menor medida UPyD o IU, están cada vez más arriba en las encuestas de intención de voto, mientras el bipartidismo PP-PSOE se desmorona. Y este cambio de tendencia viene en gran parte motivado por esos nuevos nombres de los que hablamos. Gente joven, inteligente, preparada, que están sabiendo canalizar y aglutinar el malestar social existente, con discursos realistas y directos que huyen de los tópicos de los políticos tradicionales. Es gente que viene del mundo académico o profesional, que han sabido alejarse de la tradicional clasificación derechas-izquierdas o conservadores-progresistas para centrar el debate en torno al sentido común y los problemas reales de la gente. Además, estos nuevos políticos se han dado cuenta de la importancia que tienen hoy los medios y las redes sociales, y están muy presentes en tertulias de televisión o Twitter. Hay bastantes ejemplos, pero he querido centrarme en tres nombres. Tres jóvenes que nos hacen pensar en que otra forma de política es posible, que hay luz al final del túnel.


ALBERT RIVERA (Ciudadanos)

Albert Rivera Díaz (Barcelona, 1979) es el mayor de los tres. Licenciado en Derecho por ESADE, y con un Posgrado en Derecho Constitucional, es diputado en el Parlamento de Cataluña representando a Ciudadanos, del que es presidente desde 2006, poco después de su fundación. Hasta ahora el partido sólo se presentaba en Cataluña, pero debido al crecimiento que están viviendo, ya han anunciado que lo harán en toda España en los próximos comicios. Declarado como partido constitucionalista, progresista y anti-nacionalista, esta última ideología les ha traído problemas en Cataluña, y más a Rivera en particular. En sus primeros años recibió incluso amenazas de muerte, que le hicieron cuestionarse su continuidad en la política. Al final decidió seguir y hoy en día es uno de los políticos mejor valorados por la ciudadanía. De fuerte carácter, destaca por el carisma que tiene y por su discurso realista, valiente y directo.



ÍÑIGO ERREJÓN (Podemos)

Íñigo Errejón Galván (Madrid, 1983) es licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, donde también obtuvo el Doctorado. Secretario de Política de Podemos desde el pasado 15 de Noviembre, fue el jefe de campaña del nuevo partido para las elecciones al Parlamento Europeo de Mayo, cuyo resultado fue un rotundo éxito. Trabajó como investigador en Venezuela, y más recientemente en la Universidad de Málaga y en la Complutense, donde sigue en la actualidad. De discurso complejo y elaborado, a Errejón cuesta a veces incluso entender lo que dice, debido a su amplio vocabulario y enorme inteligencia. Es una de las cabezas pensantes de Podemos, ese partido nacido hace ahora un año y que está ya desafiando la correlación de fuerzas en la política española.



ALBERTO GARZÓN (Izquierda Unida)

Alberto Garzón Espinosa (Logroño, 1985) es el más joven. Estudió Economía en la Universidad de Málaga y más tarde cursó el máster de Economía Internacional y Desarrollo en la Complutense. Afiliado en las Juventudes Comunistas durante su juventud, es diputado por Izquierda Unida en el Congreso desde las Elecciones Generales de 2011, pocos meses después del 15-M, donde Alberto fue uno de los portavoces y miembros más activos. También es autor de varios libros y tesis económico-sociales. Es un joven de apariencia muy calmada, pero eso no minimiza su mensaje reivindicativo, directo y moderno. En un partido que parecía ir a la deriva, Garzón parece el idóneo para cambiar ese rumbo, y con apenas 29 años ya ha recibido la confianza de dirigentes históricos de su formación, como Julio Anguita. Actualmente es candidato a las primarias de Izquierda Unida donde se elegirá al líder del partido, puesto para el que es el gran favorito.

viernes, 9 de enero de 2015

¿Matar al mito?

¿Disciplina o auto-gestión? ¿Autoridad del entrenador o libertad de la estrella? ¿Trato igualitario o personalizado? Son preguntas muy recurrentes en el mundo del deporte, sobre el eterno debate de cómo se debe llevar el grupo por parte del entrenador. Hay opiniones de todo tipo. Estos días tal debate está muy de actualidad en Barcelona. 

La cada vez más deteriorada relación entre Luis Enrique y Leo Messi estalló definitivamente el pasado fin de semana. En el entrenamiento vespertino del Viernes, el crack le recriminó al técnico que no le pitase una falta durante el partidillo, y ambos se engancharon en una fuerte discusión. Cuentan que algún peso pesado tuvo que mediar para que la cosa no fuese a más. El Domingo, Luis Enrique decidió dejar a Leo en el banquillo de Anoeta, y al argentino no le sentó nada bien. Al día siguiente, el jugador se borró del entrenamiento a puertas abiertas simulando una gastroenteritis. Pero todo esto sólo ha sido la punta del iceberg. Desde hace ya un tiempo la relación entre ambos se ha venido complicando. La manera autoritaria que tiene el asturiano de llevar un vestuario parece no haber sentado bien a la estrella, de carácter ya de por sí muy delicado, quien además no soporta a algunos integrantes del staff técnico, sobre todo al psicólogo. Luis Enrique ya tuvo problemas en la Roma cuando decidió sentar en varios partidos a la leyenda romana Totti. Y es que parece que en su metodología está el tratar a todos por igual. Se llame como se llame. En principio, puede parecer la estrategia adecuada y la más justa, pero cuando en tu equipo tienes a un mito, uno de esos jugadores que salen cada 50 años, la cosa cambia. Y a lo mejor lo más inteligente es crear todas las condiciones para que el mito esté a gusto. Porque con él a gusto, los triunfos llegarán, y con ellos la felicidad de mucha gente. Guardiola, por ejemplo, lo entendió perfectamente y con él se vio al mejor Messi. También lo entendieron en Chicago, en los años 90, cuando disfrutaban del posiblemente mayor mito de la historia del deporte. Michael Jordan era conocedor y daba su consentimiento a todas y cada una de las decisiones que se tomaban en la franquicia de Illinois, pero hay una anécdota en concreto que lo escenifica muy bien. Fue durante la noche del Draft del año 1997. Jerry Krause, General Manager de los Bulls, consciente de la veteranía de aquella plantilla, estaba decidido a hacer algún movimiento con tal de rejuvenecerla, pensando en el futuro. La decisión estaba tomada. Enviarían a Scottie Pippen (32 años) a los Toronto Raptors, a cambio de la cuarta elección del Draft, que pensaban utilizar en el prometedor Tracy McGrady. Pero cuando todo estaba listo, una llamada de Jordan, amenazando con la retirada si traspasaban a su mejor amigo, dio al traste con la operación. Aquella temporada, con Jordan y Pippen al mando, los Chicago Bulls ganarían su sexto anillo de la NBA.  

Con todo esto no quiero decir que esté en contra de la disciplina y autoridad de entrenadores o directivos. Más bien lo contrario, con el 99,9% de los jugadores se deben aplicar, sobre todo para la buena dinámica del grupo y que nadie se sienta discriminado. Pero no con las leyendas. Salen muy de vez en cuando y las debemos cuidar. Curiosamente además, en sus vestuarios no suele pasar nunca nada, porque sus compañeros (como ocurre en este Barça y ocurría en aquellos Bulls) son los primeros que aceptan el status de su estrella y sus privilegios. Porque se los ha ganado. Y si la estrella sigue a gusto, ellos ganarán. Y ganaremos los aficionados, los verdaderamente importantes en este negocio. Y es que, no lo olvidemos, la gente que ama el deporte en todo el mundo lo hace por mitos como Leo Messi o Michael Jordan, y no por los entrenadores o directivos de turno. No matemos al mito.