"Las críticas no serán agradables, pero son necesarias". Winston Churchill.

lunes, 11 de abril de 2016

Donde todo empezó

Cuando pones los pies en la pista del aeropuerto John Lennon de Liverpool y la lluvia, arrastrada por un viento frío, te golpea en la cara uno entiende porqué a los guiris les gusta tanto Benidorm. En realidad es una advertencia: espero que tengas un buen motivo, Jesús, para querer pasar aquí la Semana Santa.

El autobús cubre los 15 km que separan el aeropuerto del centro de la ciudad en apenas 25 minutos y automáticamente te haces una idea de lo pequeña que es. Hay ciudades que te muestran sin ambigüedades lo que son. Que te lo ponen fácil, vamos. Cuando te das un paseo por Montmartre, entre fantásticas callejuelas, terrazas, violinistas o pintores, o te encuentras de repente con la impresionante Sagrada Familia al girar una esquina cualquiera, tan sólo tienes que abrir bien los ojos para disfrutar de la belleza de Paris o Barcelona. Casi no hace falta ni pensar. Y luego están las otras, como Liverpool. En ellas no te queda más remedio que imaginar, rebuscar en tus pensamientos dónde tendrá el atractivo, o mejor dicho, dónde lo tuvo. Uno trata de encontrarlo visitando los denominados “lugares de interés”, aquí concentrados básicamente en tres zonas: el puerto, el centro monumental y las catedrales. Darse un paseo por el primero puede resultar incómodo debido a las corrientes de viento que allí se dan, aunque también es cierto que se obtienen bellas panorámicas, sobre todo en Pier Head y Albert Dock. Se intuye la importancia que la zona tuvo siglos pasados, en los que la ciudad del noroeste de Inglaterra basaba su economía en la actividad marítima e industrial, sectores ahora muy minoritarios. Tampoco está mal la zona histórica, digamos, con sus edificios del siglo XIX. St. George Hall, The Walker Art Gallery o The Central Library transmiten historia y le dan algo de elegancia a la ciudad. Y otro de los lugares que merece la pena visitar es la catedral anglicana, una de las más grandes del mundo. Asombrosa por fuera y por dentro, ofrece además un agradable paseo por el jardín-cementerio que la rodea. El fútbol es, junto a la música, la gran pasión de los liverpoolianos. El estadio del principal club de la ciudad, Anfield Road, es uno de los que más historia europea tiene en el continente, y aún hoy presume de un gran ambiente en los partidos. Al menos eso dicen, porque con las gradas vacías a uno le deja algo frío. 

 

 

Una vez recorridos los puntos más turísticos de la ciudad (es suficiente con una tarde, por cierto), uno se pregunta si Liverpool ha sido alguna vez consciente de todo lo que le debe a los Beatles. Para conocer de verdad su historia hay que visitar el museo que les rinde homenaje, en Albert Dock, junto al río Mersey. Mientras paseas por los diferentes espacios que recrean los lugares en los que el cuarteto se iba haciendo grande, con multitud de fotografías y objetos originales, un audio-guía (disponible en diferentes idiomas, entre ellos el castellano) te va narrando con curiosas anécdotas su trayectoria, desde la infancia de los protagonistas hasta la disolución del grupo, incluida una última habitación dedicada a sus carreras posteriores en solitario. Merece la pena. Para seguir soñando despierto, nada mejor que disfrutar del Magical Mystery Tour, un recorrido de unas dos horas en autobús por todos esos lugares para disfrutarlos de verdad, en primera persona. Suenan She loves you, Here comes the sun o Love me do, entre otras, y entre ellas el guía nos va explicando la historia de las calles por donde pasamos. Nos dice que los suburbios donde se criaron Starr y Harrison contrastaban con los barrios acomodados de donde salieron Lennon y McCartney. Y así lo confirmamos cuando bajamos a ver las casas de cerca. Nos explica que la de este último tiene su lugar reservado en la historia de la música, puesto que era allí donde cada día al salir del instituto se reunían los jóvenes John y Paul para componer sus primeros temas. También hacemos sendas paradas en Penny Lane, un tranquilo barrio donde destacan sus enormes y verdes parques, y en Strawberry Fields, un antiguo orfanato, ambos lugares que sirvieron de inspiración para dos de sus mejores canciones. El tour finaliza, cómo no, en Mathew Street, la calle más animada de la ciudad con sus numerosos pubs, entre ellos The Cavern, donde todo empezó. Y es allí, tomando una pinta de cerveza y escuchando los acordes de Get Back, cuando uno se emociona de verdad. Son las estrechas escaleras, el ladrillo caravista de las paredes, las fotos y objetos firmados en las vitrinas, el diminuto escenario del fondo. Y el recuerdo. El recuerdo de lo que aquello fue en los años 60.



Liverpool es, por tanto, la típica ciudad inglesa. Un lugar frío, serio, y hasta cierto punto triste por el día, pero que se transforma por la noche con la fantástica música que se oye en sus pubs. Porque no es sólo The Cavern y los Beatles. Los Rolling Stones, Queen, U2, Oasis o los Who suenan continuamente en esos locales. Uno se asusta sólo de pensar cuantos buenos grupos han salido del Reino Unido. Liverpool es Yesterday por el día y Twist and Shout por la noche. A los que estén valorando la posibilidad de visitarla, la recomendación es clara: si no te gustan los Beatles (hecho lamentable, por otra parte), no te pierdes nada. Pero si te gustan, ya estás tardando en comprar tu billete de avión.