"Las críticas no serán agradables, pero son necesarias". Winston Churchill.

martes, 11 de septiembre de 2018

Nada que esconder

Uno va a Argelia sin saber lo que se va a encontrar. A pesar de distar sólo unos pocos cientos de kilómetros de España, este país del norte de África no centra sus esfuerzos en promocionarse al mundo precisamente. Poco se sabe de ellos al otro lado del Mediterráneo. Alineado con Rusia ya desde la época soviética, sus relaciones con Occidente se reducen a lo mínimo necesario. Gas y petróleo, para ser más exactos. Nada más pisar el Aeropuerto Ahmed Ben Bella de Orán la sensación es que los 300 km. que separan Alicante de esta ciudad costera africana parecen ser muchísimos más.

                 

Sólo desde diez ciudades europeas se puede volar a la segunda urbe del país. Y cinco de ellas son francesas. Las tres puertas de embarque disponibles comparten la misma sala y... olvídense de los baños que tenemos en Europa. Deberán volver a practicar las cuclillas aquellas del "cole". Durante el trayecto hasta el hotel es inevitable no sorprenderse por lo caótico del tráfico. Nos dicen que la única regla vial en Argelia es no chocar con el de delante. Las rotondas son simples puntos de encuentro, y tan sólo cuatro o cinco semáforos están en funcionamiento en la ciudad, en los cruces más problemáticos. Pero es un caos ordenado, curiosamente. La gente parece acostumbrada. Si un tranvía te hace "las largas" para que apartes tu coche de la vía lo haces y listo. Otro detalle que llama la atención es el gran número de personas por la calle en plena noche. Buena señal. El paseo marítimo suele estar repleto de gente caminando, tumbada en el césped o disfrutando de alguna de las fiestas que se organizan para los más jóvenes. Durante el día, el trayecto hasta allí desde el Centro Histórico, que rodea la Plaza de las Armas y repleto de bellos edificios de estilo francés, es quizás lo mejor de la ciudad. También merece la pena subir hasta el Fuerte de Santa Cruz, en lo alto de una colina desde donde disfrutar de unas espectaculares vistas de Orán, su ajetreado puerto y el mar Mediterráneo. Poco más atractivo tiene la ciudad más turística del país. El estado de las calles es otro tremendo choque cultural. La inversión en obra y servicios públicos no parece ser la prioridad del gobierno argelino, ni mucho menos. ¿Para qué pavimentar las aceras si se pueden dejar ahí las bolsas de basura? ¿Para qué reparar los baches de las carreteras si se pueden señalizar simplemente plantando una vieja rueda en su interior? Tampoco está previsto sustituir un sólo autobús hasta que no se desmorone a pedazos. Sin embargo, eso sí, al entrar en una casa, cafetería, restaurante o tienda cualquiera todo vuelve a la normalidad.



Pero, a pesar de todo, la sensación es que Orán, y Argelia por extensión, tienen un futuro esperanzador. Muy lejanos parecen ya los años 80 y 90 donde el país era refugio de terroristas. Ahora Argelia es una de las naciones más seguras de África. Las numerosas obras en construcción, incluso barrios de lujo enteros cerca del mar, hacen pensar que la ciudad será otra dentro de treinta años. Y es que está todo por hacer. Pero lo que más invita a la esperanza es otra cosa. Su gente. Si aquí miramos a los extranjeros como intrusos, allí nos tratan como invitados. En Orán, te plantas con un grupo de ocho personas en la Gran Mezquita, sin cita y sin nada, y el de seguridad avisa al responsable del centro para que os realice una visita guiada. En Orán, si unos españoles van a una boda musulmana suena Gasolina, Despacito o Sin Pijama con tal de que se sientan "como en casa". Y en Orán, toda una familia de un amigo a los que no conoces de nada se ponen a tu entera disposición durante cuatro días las veinticuatro horas del día. La lección de que no hace falta beber una sola gota de alcohol para pasarlo en grande también es de un valor incalculable para nosotros. Bien haría su Gobierno en dejar de poner trabas al turismo y facilitar los visados y demás requisitos de entrada y salida, porque Argelia, y sobre todo los argelinos, no tienen nada que esconder.