
Verdaderamente la población empieza a gozar de más
libertad de expresión, se acaba con la censura de los medios, terminan las
represiones políticas y religiosas, pero las condiciones de vida de la gente no
mejoran, y se arrastran los problemas económicos y de producción de años atrás.
Los cambios no son suficientes para un sector del Partido, liderado por Boris
Yeltsin, que pide mayor celeridad y alcance en las medidas, y las divisiones
son cada vez más evidentes dentro del propio Gobierno.
En Noviembre de 1989 cae el Muro de Berlin, símbolo de
la separación entre el Bloque Occidental y el Comunista. Estados pro-soviéticos
hasta la fecha como Polonia, Hungría y Checoslovaquia, exigen que se abran las
fronteras y que sus ciudadanos puedan viajar libremente a los países occidentales.
Al mismo tiempo, la población alemana lleva ya tiempo aspirando a la
unificación de su territorio. Desde el Kremlin aceptan finalmente tales demandas
y no ponen impedimentos al derrumbe del muro, en pie desde hacía 28 años. Por
extensión, se considera también abolido el llamado “Telón de Acero”, la
frontera ideológica entre los países de la OTAN (occidentales) y los miembros
del Pacto de Varsovia (comunistas), vigente desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial. La URSS comienza a debilitarse.
Unos meses después, Gorbachov decide acudir en persona
a Lituania, para intentar calmar las ansias independentistas de gran parte de
la población. No lo consigue, y el país báltico declara poco después su
Independencia de forma unilateral. Se convierte en el primer Estado en
separarse de la Unión Soviética.
1991 es el año decisivo. Durante los primeros meses el
Secretario General, con el fin de enderezar la situación, decide dar un giro a
su política, y coloca en los cargos importantes a los comunistas más
conservadores. Se ordena la intervención militar en Lituania y Letonia, en un
intento a la desesperada por evitar el desmembramiento soviético. Los intentos
de golpes de Estado se saldan en fracaso ante la resistencia de la población, y
se producen varias muertes y centenares de heridos. La imagen de la URSS además
queda muy dañada a ojos del mundo.
A mediados de año, y valiéndose de las medidas
democráticas que se habían implantado, Boris Yeltsin logra convertirse en el
primer Presidente de Rusia y, debido a su posición contraria al Régimen
Soviético, las tensiones aumentan. En Moscú existen ahora dos Presidentes, que
además están totalmente distanciados.
El 19 de Agosto, aprovechando
un viaje de Gorbachov a Crimea, el sector más conservador del Partido promueve, junto al
Servicio de Inteligencia (KGB), un intento de Golpe de Estado en la capital, tras haberlo estado conspirando desde hacía meses. Sin
embargo, una multitud de ciudadanos decide mostrar su disconformidad, y en la
misma calle piden a los militares que no abran fuego. Las dudas crecen entre
los golpistas, y es entonces cuando Yeltsin aparece. El Presidente ruso
escenifica su rechazo al movimiento al subirse a uno de los tanques situados
frente al Parlamento y pide calma y unidad a la población, ratificando el orden
institucional. Los tanques empiezan a retirarse. Gorbachov, que había estado
aislado por el KGB en su residencia de Crimea durante los tres días que duró el
intento de Golpe, regresa entonces totalmente humillado y debilitado.
A principios de Diciembre, en Bielorrusia, se le
atesta el mazazo definitivo a la URSS. Los Presidentes de Rusia, Bielorrusia y
Ucrania firman, a espaldas de Gorbachov, un Tratado para la disolución del
gigante soviético, y declaran la creación de la Comunidad de Estados
Independientes (CEI). El día 21 en Almá-Atá (Kazajstán) el resto de Repúblicas
se les une y ratifican el acuerdo. Finalmente, el 25 de Diciembre de 1991, Gorbachov
presenta su dimisión como Presidente de la Unión Soviética y ésta, sin poderes
reales desde hacía ya varios meses, queda disuelta oficialmente.
Dos aspectos positivos se pueden sacar del proceso. Uno
es la llegada de la democracia a los Estados resultantes, donde la población
puede elegir libremente a sus representantes y goza de las libertades propias
de los países del primer mundo. Y la otra, los medios pacíficos con los que se
produjeron los acontecimientos. Un éxito sin duda, ya que por desgracia la
Historia nos ofrece multitud de ejemplos en los que cambios de Régimen o
creación de nuevos Estados se saldan con sangrientas guerras civiles.