Hace unos días leía una noticia que, para mi sorpresa, no ha tenido demasiada
repercusión. Resulta que el Partido Popular ofrecía a sus afiliados en las
Islas Baleares descuentos en más de 300 comercios, mediante la llamada “Targeta
PP Blava”, que recibirán cuando paguen la cuota anual. Mucho me temo que no se
ha hablado del tema porque es un hecho bastante recurrente en nuestro país. Me
refiero al intento de los partidos políticos (porque me consta que no sólo es
el PP) de captar votantes.

Es más que habitual, en una charla informal sobre política, que se pregunte
lo siguiente: “Oye y tú, ¿de qué partido eres?” Y lo malo es que ¡nadie se
extraña de la pregunta! Se asume como la cosa más normal del mundo que uno sea
del PSOE, de IU o del PP como el que es del Barça o del Madrid. Así, tal cual.
Yo alucino. No sé lo que pasará en otros países, pero en España por desgracia esto
es de lo más normal. Yo no digo que la gente no tenga una ideología, que sea
más de derechas o izquierdas, pero no se puede ser de un partido porque sí, y
votarlo sistemáticamente. Porque de esa forma, si llega a gobernar y lo hace
mal, ¿qué vas a hacer? Lo tendrás que votar porque eres afiliado, votante o
seguidor de ese partido… digo yo. O el caso extremo, si está en la oposición y
no ves correctas sus críticas al Gobierno o las reformas que propone, ¿lo vas a
votar igual? Mirando un poco al pasado, y dándole un toque de humor al asunto, no
me quiero poner en la piel de “los del PP” en 2004. ¿De verdad pensaban que lo
mejor era volver a votar a Aznar tras el desastre de los últimos años, sobre todo
con lo de la Guerra de Irak? O en el 2011, ¿cómo se sentirían “los del PSOE”
teniendo que votarlos otra vez después de ver la pasividad de Zapatero ante la
crisis? Sé que estas afirmaciones son totalmente subjetivas, pero creo que
ilustran bien lo que quiero transmitir. Ya llevamos casi 40 años de Democracia, ya va siendo hora de dar un paso adelante y darle uso de verdad a la palabrita. De
que analicemos, critiquemos y valoremos cada político y cada propuesta, y que
votemos en cada momento lo que creamos mejor, independientemente del color que tenga.
Soy consciente de que este artículo puede ser un oasis en medio del
desierto. A lo mejor soy yo el que estoy equivocado, y no los millones de
personas que votan, al PP o al PSOE sobre todo, de forma sistemática. Pero yo
al menos seré libre para elegir, no tendré las manos atadas. Porque de eso va
la democracia. Mi voto, al menos, se lo tendrán que ganar cada cuatro años.