"Las críticas no serán agradables, pero son necesarias". Winston Churchill.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Un mundo peor

Lo que hace unos meses nos parecía poco menos que un chiste, una broma de mal gusto más bien, se ha hecho realidad. El excéntrico, por decirlo con amabilidad, Donald Trump será el próximo Presidente del país más poderoso del mundo. Todos sabemos ya quién es, las barbaridades que ha dicho y los escándalos que ha protagonizado, por eso nos centraremos en explicar porqué ha ganado y qué es lo que nos espera.

Empezando por los números, hay que decir que Trump ha ganado por la enorme abstención que ha habido. El hecho de que haya sacado menos votos (60 millones) que Mitt Romney, candidato republicano que perdió ante Barack Obama en 2012 (61 millones), es revelador. Según el sondeo de la CNN a pie de urna, el 70% de los votantes fueron blancos, por tan sólo un 12% de negros. En términos generales, se puede decir que el perfil de votante de Trump ha sido el de trabajador blanco sin estudios y residente en zonas rurales. Sus ataques al Tratado de Libre Comercio, firmado en los años '90 y que ha provocado que tantas empresas se deslocalicen y se instalen en México o Canadá para pagar menos impuestos, le ha hecho ganar mucho apoyo en las zonas industriales del país. También su mensaje xenófobo, con la amenaza de deportaciones masivas de indocumentados o la construcción de su famoso muro en la frontera sur. Por el contrario, en las grandes zonas urbanas ha sido Clinton la vencedora mayoritariamente. La gran fuga de votos de la candidata demócrata ha venido de las minorías. Los jóvenes, latinos o negros, que tan decisivos fueron en la victoria de Obama en 2008, esta vez se han quedado en casa. La ex-primera dama y ex-secretaria de Estado no ha sabido conectar con ellos. Precisamente ese pasado político de tantos años ha sido una baza jugada con habilidad por Trump. La ha relacionado con el "aparato", con la vieja política, con las instituciones que tanto poder aglutinan en Estados Unidos. Él, según decía, representaba "el cambio" y ese mensaje ha sido comprado por muchos. Pero los cambios pueden ser a mejor o a peor. En cuanto a lo que este inclasificable individuo hará a partir del 20 de Enero, cuando ya tome posesión, muchas voces han salido estos días con un tono tranquilizador, asegurando que muchas de las promesas de campaña no las llevará a cabo. La verdad es que resulta muy difícil adivinar sus planes futuros, por lo impredecible que parece y por su inexistente pasado en política. También su ideología es un misterio, aunque a rasgos generales se podría calificar como un ultra-conservador, favorable al aislacionismo y proteccionismo económico, pero nadie sabe hasta qué extremos. Es verdad que en cuestiones económicas son el Senado y el Congreso los órganos más decisivos, pero también lo es que el Jefe del Estado tiene grandes competencias, como en los ámbitos militar y de política exterior. Por lo tanto, no sabemos lo que hará. Lo que sí conocemos es lo que ha dicho, y no pinta muy bien.

Lo peor es que no es sólo un mal sueño, un caso aislado. Es la continuación de una peligrosa tendencia. Si existe un común denominador en las victorias de Trump en Estados Unidos, del Brexit en Reino Unido o de la más que probable de Le Pen en Francia próximamente es el racismo, la xenofobia y la intolerancia. Un sentimiento que también va al alza en el resto de países del centro y norte de Europa. Pero de poco servirá quedarse lamentándose. Hay que analizar porqué pasa, y aceptar que nuestros gobiernos no han sabido ni explicar ni hacer frente a los grandes movimientos migratorios de los últimos tiempos. Preguntarse porqué tanta gente huye de su tierra para seguir con su vida es fundamental. Ir al origen del problema. La solución no puede venir por cerrar fronteras en pleno siglo XXI sino en mejorar las condiciones de vida en aquellos países menos desarrollados. Evitar que tanta gente quiera marcharse de casa, y aceptar en última instancia a los que lo deseen con total normalidad. Porque ningún ser humano es mejor que otro por su raza o nacionalidad, y todos tenemos derecho a buscar y disfrutar de una vida digna. Da tristeza ver cómo una verdad que parecía ya totalmente aceptada se empieza a resquebrajar. Si perdemos el aprecio y respeto por el diferente lo perdemos todo. Nos estamos convirtiendo, casi sin darnos cuenta, en un mundo más egoísta, menos solidario y menos tolerante. Sin duda, un mundo peor.