Una gesta. Eso era lo que tenían que
hacer los jugadores de la sección de balonmano del Barcelona el pasado Sábado
en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa. Y es que
en la ida, en el peor encuentro de la Temporada, los azulgranas se vieron
totalmente superados por los alemanes del Rhein-Neckar Lowen. Los de Xavi
Pascual, claros favoritos a principios de curso para la Final Four de Colonia por
su impresionante plantilla, estuvieron irreconocibles en esos fatídicos 60
minutos en tierras germanas, donde sobretodo en defensa hicieron aguas. El
38-31 final ponía muy cuesta arriba el pase de los catalanes a las semifinales.
Sin embargo, y por suerte, en el
mundo del deporte hay lugares con algo especial. Escenarios que no entienden de
lógicas, de dificultades, o de tácticas. Sitios donde todo es posible, donde al
sentarte en las gradas un escalofrío te recorre el cuerpo, o donde al pisar la
superficie de juego sientes que jugarás con uno más (si eres local) o con uno
menos (si eres visitante). Y uno de esos lugares es el Palau Blaugrana. Un
recinto viejo y pequeño, que en pocos años será demolido y sustituido por otro
debido a las condiciones que ahora exigen FIBA y EHF, pero que como decimos
conserva una mística especial. Y es que su historia está repleta de fechas
memorables, sobretodo en cuanto al balonmano. Ya en los años 80 y 90, con el
gran Valero Rivera al frente, tuvieron lugar remontadas increíbles. En las dos
décadas que el aragonés estuvo al frente de los azulgranas hasta en 12 veces se
consiguió darle la vuelta a la eliminatoria, ante rivales de todos los rincones
de Europa. En lo que llevamos de siglo XXI, tres han sido los equipos que lo
han padecido. El Kiel alemán (3 veces), el Celje esloveno (2) y el Montpellier
francés (2). La última remontada tuvo lugar el año pasado mismo, cuando el
Atlético de Madrid traía una cómoda renta de 5 goles de la capital (25-20), en
los cuartos de final de la máxima competición continental. Sin embargo, los de
Talant Dujshebaev vivieron una auténtica pesadilla en el Palau, y los culés les
pasaron por encima (32-24) con un inmenso Siarhei Rutenka (11 goles).
El reto esta
vez era si cabe más difícil. A pesar de todos estos precedentes, nunca el
Barcelona había logrado superar una desventaja de 7 goles, a excepción de las
dos primeras remontadas, allá por 1985. Pero a medida que se iba acercando el
partido, los protagonistas iban tomando conciencia de la posibilidad del
milagro. “Estoy seguro de que lo haremos entre todos”, decís el capitán Víctor
Tomás los días previos, igual de esperanzador que el míster Xavi Pascual: “Mañana
espero 6 goles del Palau”. También mostraban confianza dos pesos pesados del
vestuario como Rutenka: “Necesitamos al público del Palau, ellos son la fuerza,
son los goles, son las paradas… con ellos lo haremos posible”, o Viran Morros: “Hay
jugadores del Rhein-Neckar que no han jugado nunca en el Palau y eso se puede
notar”. Incluso los rivales empezaban a ver fantasmas, como Gedeón Guardiola,
que junto a su hermano son los únicos españoles en el conjunto bávaro, y que
decía: “Mis compañeros no son tan conscientes, como Isaías o como yo, de la
magia del Palau. Allí se han logrado remontadas históricas en Europa”. También
su entrenador Gudmundsson avisaba: “Esto no está hecho. Un equipo como el Barça
puede levantar esos 7 goles en minutos”
Y por fin
llegó el Sábado. A las 20:15 de la tarde, hora en que comenzaba el encuentro,
no cabía ni un alfiler en el pabellón azulgrana, donde ya desde el calentamiento
la afición animaba sin cesar. Alentados por tal ambiente, los locales salieron
desde el pitido inicial totalmente mentalizados, pero las férreas defensas 6-0
y las paradas de Sterbik y Landin evitaban que algún equipo se fuera en el
marcador. Incluso en el minuto 22 los visitantes lograban adelantarse (9-10),
poniendo aún más difícil la gesta. Pero en ese momento todo cambió. Xavi
Pascual decidió colocar a Karabatic a organizar el ataque culé (hasta el
momento sólo estaba jugando en defensa), y el genial jugador galo se echó el
equipo a las espaldas. 3 goles suyos y otro de Juanín García en el último
segundo le daban la vuelta al marcador y dejaban todo abierto al descanso
(15-11). La segunda parte comenzó con la misma tónica, y un inicio arrollador
de los culés dejaba la eliminatoria a un solo gol en el min.15 (22-16). Con un
inmenso Sterbik atrás, que lo paraba todo, y un inspirado Karabatic delante, la
remontada parecía estar más cerca que nunca. Pero nada de eso. El Rhein-Neckar
Lowen, un auténtico equipazo, no se vino abajo y una gran reacción les llevó a
recortar hasta -3 en el min.21 (24-21). Entonces, llegó otra gran decisión del
entrenador catalán. Consciente de que en ese momento se estaba decidiendo la
eliminatoria, pidió tiempo muerto, refrescó las ideas y junto al capitán Víctor
Tomás arengó con todas sus fuerzas a los jugadores. Y estos, como no,
reaccionaron. Dos tantos de Raúl Entrerríos y otro de Rutenka volvían a colocar
el +6 (27-21), y un penalti parado por Sterbik a continuación cortaba las alas
al rival. Fue, quien si no, el gran capitán quien culminaría la remontada en el
min.25 (28-21), y el Palau se venía abajo. La afición culé llevaba en volandas
a su equipo, y con el tanto de Lazarov (30-21), parecía que todo estaba hecho.
Sin embargo, no hay remontada sin sufrimiento, y así quedó reflejado cuando a
falta de 30 segundos los alemanes ponían el 31-24, y amenazaban con echarlo
todo por tierra con un gol más. Afortunadamente no acertaron en su último
lanzamiento y los locales se clasificaban por el mayor valor de los goles como
visitante. Jugadores y técnicos saltaron entonces como locos a la pista para
celebrarlo, mientras las gradas seguían vibrando. Fue un auténtico partidazo en
conjunto, pero hay que destacar dos nombres por encima del resto: Arpad Sterbik
y Nikola Karabatic. El primero fue decisivo con sus paradas, y eso a pesar de
haber forzado para llegar al encuentro (incluso se le veía con una ligera
cojera). Y el segundo, qué decir de él. Ver cómo un tío que lo ha ganado todo,
tanto a nivel de clubes como con su selección, se tira al suelo a por cada balón
y lo da todo en defensa y en ataque es simplemente emocionante. Esa entrega y
sus 7 goles dejaron claro por qué es considerado el mejor jugador del mundo.
Tampoco faltaron a la cita las otras dos grandes bazas del equipo, Víctor Tomás
(6 tantos) y Shiarei Rutenka (5), y es que era uno de esos partidos para los
grandes.
De esta forma, el Palau vivió el Sábado otra tarde más
para la historia, y el Barcelona estará en la Final Four de Colonia dentro de
un mes. Y es que, como dijo en su día Juan Gómez ‘Juanito’ del Santiago
Bernabéu, y adaptándolo al balonmano, 60 minutos en el Palau son muuuy largos.
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