"Las críticas no serán agradables, pero son necesarias". Winston Churchill.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Sólo con talento no basta

Ayer, navegando por Internet, me encontré con esto:


Dejando de lado lo impresionante del gol, anotado el Domingo en el campeonato brasileño, me gustaría centrarme en su autor. Uno de mis futbolistas favoritos. Paulo Henrique Ganso es uno de esos jugadores que destila clase por sus poros. Uno de esos cracks que con un par de controles ya hace que valga la pena pagar la entrada. Debutó en el año 2008 con el Santos, y durante cuatro temporadas mostró todo su potencial junto a su amigo Neymar, consiguiendo todos los triunfos posibles en Brasil, incluida la Copa Libertadores 2011. Después se marchó a uno de los grandes de su país, el Sao Paulo, donde sigue mostrando cada fin de semana su calidad.


Sin embargo, algo falla. Viendo este video, ¿cómo puede ser que con 25 años ya todavía no haya venido a Europa? ¿O que apenas haya jugado cinco partidos con su selección y actualmente ni siquiera entre en las convocatorias de Scolari? Es un caso más de jugador talentosos, con todas las condiciones del mundo, pero que por irregularidad, por falta de ambición, por tener un carácter complicado o vete tú a saber porqué no llegan a la élite. Hace un par de temporadas el Milan estuvo muy interesado, pero el bueno de Ganso prefirió quedarse en su país, en su entorno, en una liga más cómoda y con un gran sueldo. Es un ejemplo más de que, desgraciadamente para los que amamos el buen fútbol, sólo con el talento no basta. 

Otro caso, mucho más cercano, el de Ever Banega. El sensacional mediocentro argentino, que llegó a Valencia hace cinco temporadas con vitola de estrella, se marcha al Newell’s Old Boys en busca de minutos. Y es que en todo este tiempo (cesión incluida en el Atleti), tan sólo mostró su enorme talento a rachas, sin tener nunca continuidad debido sobre todo a problemas extradeportivos y a un carácter complicado. Ahora, su vuelta a su país es claramente un paso atrás. Un compatriota suyo es posiblemente el ejemplo más claro de lo que estamos hablando. El de Juan Román Riquelme. El bonaerense iba para auténtico crack, incluso Maradona le proclamó como su sucesor en su día. Con tales expectativas lo fichó el Barcelona, pero su falta de adaptación, perjudicada además por la presencia de un entrenador tan estricto como Van Gaal, provocó tan sólo un año después su marcha al Villareal. Allí, con un equipo pequeño bajo su mando, Román se sintió importante y durante tres Temporadas sí mostró todo su potencial, hasta que un enfrentamiento con Pellegrini le apartó del equipo. Entonces, aún con 29 años, estaba a tiempo de probar suerte en algún otro equipo europeo, de seguir en la élite, pero también optó por lo más cómodo y regresó a casa. Ahora, con 35 años y tras pelearse casi con todo el mundo en Boca Juniors, su retirada parece ya a la vuelta de la esquina. 

Dos fabulosos extremos, como Quaresma y Robinho, también tuvieron la oportunidad de estar en Barça y Madrid, respectivamente. Los dos fracasaron por diferentes motivos, y pese a otras aventuras europeas, sólo triunfaron en sus países, en su entorno. Aún en activo siguen Adriano y Cassano, dos de los delanteros más talentosos surgidos en la última década. A pesar de haber estado en grandes equipos en Italia, sólo brillaron en momentos puntuales, y no llegaron ni mucho menos a lo que apuntaban. Nunca tuvieron la ambición ni el compromiso necesarios. Y es que, aún con 32 años, sus físicos ya parecen de ex-futbolistas. Precisamente en el país transalpino hay puestas todavía muchas esperanzas en Mario Balotelli. No hay duda alguna de su enorme potencial y de que sólo tiene 23 años, pero su infantil y complicadísimo carácter ya le ha jugado muchas malas pasadas, y no augura un buen futuro. Al borde de la retirada se encuentra uno de mis favoritos de siempre. Otro incomprendido, otro rebelde, otro que podría haber sido y no fue. Un jugador capaz de, en su debut en el Inter, salir al campo faltando pocos minutos con su equipo perdiendo 0-1 y con dos golazos darle la victoria. Se esperaba mucho de "El Chino" Recoba, talento puro, pero los continuos enfrentamientos con sus técnicos y su falta de ambición le condenaron. Aún así, logró estar nada menos que diez años en un club tan complicado como el Inter, donde la afición todavía le adora, pero no cabe duda que le sobraba clase para haber marcado una época.

    

Y es que la historia está llena de ejemplos. Si vamos retrocediendo en el tiempo nos encontramos con multitud de casos más, algunos conocidos de nuestra liga. El de Djalminha también es muy llamativo. Como tantos brasileños, iba sobrado de calidad y podía hacer literalmente lo que quisiera con la pelota. Por ejemplo, su regate pasándose el balón por encima que hizo ante el Real Madrid, la denominada “lambretta”, no se olvidará nunca en A Coruña. Allí es un auténtico ídolo, pero su irregularidad y falta de disciplina hicieron que nunca se le considerara un jugador de élite. Otro compatriota suyo, Denilson, tampoco llegó nunca a lo que se esperaba. Y es que había puestas muchas esperanzas en este habilidoso extremo. Tantas que, tras deslumbrar en el Sao Paulo, el Betis pagó por él 5.500 millones en el verano de 1998. El fichaje más caro de la historia en ese momento. Ni qué decir que nunca lo justificó, y es que no se le recuerdan dos partidos buenos consecutivos. Otra zona del mundo donde siempre ha sobrado talento es en los países del Este de Europa. De allí son Robert Prosinecki y Gica Hagi, dos jugadores con carreras sorprendentemente similares. Los dos surgieron a finales de los 80, y tras triunfar en sus respectivos clubes (Estrella Roja y Steaua de Bucarest respectivamente), se presentaron ante el mundo cuajando un gran Mundial de Italia’90. Su actuación llamó la atención del Real Madrid, que los fichó, pero ni en la capital ni en Barcelona, donde volvieron a coincidir años después, dejaron huella. Clase tenían para aburrir, pero su carácter introvertido y difícil evitó cotas mayores. 

Un contemporáneo de ambos es posiblemente el caso más extremo. La historia de Matthew Le Tissier es asombrosa. El genial mediapunta inglés, que llegó a decir que nunca en su vida había comido una ración de verduras o que su dieta se basaba en cerveza y chocolate, jugó toda su carrera en el Southampton. Nada más y nada menos que catorce temporadas estuvo en el pequeño club del Sur de Inglaterra, a pesar del interés mostrado en varias ocasiones por Liverpool y Manchester United, los dos grandes de la Premier. Pero su falta de ambición o el amor a unos colores, depende cómo se mire, evitaron que lograse títulos y un mayor reconocimiento. Sin embargo, en las islas británicas es considerado como uno de los jugadores más talentosos de su historia, y es que sus exhibiciones, a pesar de su siempre aparente mal estado físico, eran continuas.



En España, como país futbolero que siempre ha sido, también tenemos nuestros casos. Me viene rápidamente a la cabeza un chaval que asombraba ya en La Masía, y en el que Cruyff tenia puestas muchas esperanzas. Iván De la Peña fue una de esas “eternas promesas” que se quedaron por el camino. Poseedor de una gran visión de juego, su irregularidad y la llegada al Barça de Van Gaal (sí, otra vez Van Gaal) precipitaron su salida a Italia, donde ni allí ni en Francia logró adaptarse y apenas jugó. De vuelta a casa, pero esta vez en el Espanyol, sí que pudo demostrar toda su valía. En un equipo más pequeño, donde se sentía importante, el cántabro sí realizó buenas campañas (llegando a debutar con la Selección), pero siempre nos quedará la duda de hasta dónde podría haber llegado. Otro mediapunta sobrado de calidad fue Juan Carlos Valerón. Es cierto que en el Deportivo de la Coruña estuvo muchos años y tuvo fases de gran rendimiento, pero su exquisita técnica aspiraba a muchos más. Su aparente pasividad sobre el campo y un físico que ciertamente no le ayudaba fueron sus hándicaps, y nunca tuvo la oportunidad de ir a un grande. Tampoco con España llegó a explotar, a pesar de sus 46 internacionalidades. Pero posiblemente la mayor decepción del fútbol español, al menos de la historia reciente, se llama José María Gutiérrez, más conocido como Guti. La zurda del de Torrejón de Ardoz era sencillamente genial. Un mito como Zidane dijo de él que hacia cosas que nadie en el mundo podía hacer. Sus quince años en el Bernabéu pueden hacer pensar que triunfó, pero lo cierto es que nunca tuvo continuidad en su juego, y su enorme calidad sólo se vio en momentos puntuales. Su poco compromiso y una forma de vida peculiar le provocaron enfrentamientos con muchos de sus técnicos, y evitaron que marcara una época, porque calidad tenía para ello.


La conclusión que sacamos de todo esto es que sólo con talento no basta para triunfar de verdad. Al menos en la élite. Hacen falta muchos más factores, como disciplina, compromiso o ambición. No hay duda de ello, aunque yo, como romántico del fútbol que soy, siempre amaré a estos cracks y estaré dispuesto a pagar una entrada por verles jugar.

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