"Las críticas no serán agradables, pero son necesarias". Winston Churchill.

sábado, 25 de abril de 2020

Mitos y ejemplos

Me parece "The Last Dance" un documental muy necesario. El audiovisual de ESPN y Netflix sobre la última temporada de los Bulls de Michael Jordan, la 1997-1998, nos cuenta con imágenes inéditas y con entrevistas recientes de los protagonistas todas las dificultades que tuvieron que atravesar hasta completar el segundo "three-peat" de aquel equipo de leyenda, el sexto título en ocho años. Es un ejemplo de superación ante las adversidades, de dejar a un lado los problemas personales en busca del beneficio común. Pero es mucho más que eso. Es una nueva desmitificación de la figura del deportista, una demostración más de que un gran jugador de fútbol o baloncesto no tiene porqué ser también una buena persona.

No sé si ha habido nunca un deportista más conocido en todo el mundo que Michael Jordan. Sus enormes éxitos dentro de la cancha pero también su carisma y el márketing que supo crear alrededor de él ayudaron a construir el mito que es hoy. Desde el punto de vista económico, tras su retirada su patrimonio ha crecido casi de manera exponencial año tras año gracias a sus acertadas decisiones empresariales en diversos sectores. Se podría decir que ayer fue un exitoso deportista y hoy es un fructífero empresario. Pero en el documental vemos una tercera faceta para muchos menos conocida. La enorme presión que ejercía sobre sus compañeros, a menudo desmedida, es posible que sirviera para mejorar su producción durante los partidos, pero es de dudosa ética. "No te queremos aquí. Lárgate." reconoce el pívot Bill Wennington que le soltó Jordan alguna vez. O la escena que se muestra de un entrenamiento en la que el número 23 le grita a Toni Kukoc a la cara: "No importa, ¿sabes por qué? Porque te gritaré sin parar". También podemos ver algunas de las constantes faltas de respeto que profería sobre "su jefe" Jerry Krause, en especial a cuento de su estado físico. Pero tampoco los demás eran unos angelitos. El propio Michael reconoce lo que se encontró en la habitación de un hotel durante su año de rookie: "Entonces abrieron la puerta y prácticamente todo el equipo estaba ahí (...). Había rayas de cocaína por todos lados, pipas de marihuana, mujeres,... Era un circo". Lo cuenta, por cierto, reposado en un sillón con un whisky y un puro en la mesilla de al lado. También recrimina a su escudero Scottie Pippen su comportamiento ese año en busca de una mejora en su contrato (con 2,8 millones de dólares era el sexto jugador mejor pagado mientras por importancia era claramente el segundo) cuando sólo él, Jordan, ganaba 33 millones de dólares, más que el resto de la plantilla juntos. Contradicciones de un mito. Ah, y todavía no apareció en el documental Dennis Rodman, seguro protagonista en próximos episodios... y no sólo por sus méritos dentro de la cancha.

¿Son entonces un ejemplo para los niños estos deportistas tan exitosos pero con un comportamiento tan cuestionable? El concepto en sí es ya una aberración. Cuando asociamos deportista (o artista, lo mismo da) con "ejemplo para los niños" entramos en terrenos muy peligrosos. Por un lado adjudicamos a las celebridades una responsabilidad que no les corresponde, y por otra generamos en la sociedad una necesidad de imitación hacia estas muy contraproducente. Si nuestros niños admiran a un deportista, actor o cantante y lo cogen como ejemplo de todo la culpa no es de estos si se comportan mal, sino de quienes promocionan esa admiración. Yo lo tengo claro: si un niño me pregunta por Jordan o Maradona le diré que estudie al milímetro su juego, pero que sólo se fije en lo que le dicen sus padres o profesores en cuanto a comportamiento y conducta. Porque un mito no tiene porqué ser un ejemplo.

Foto: Ross Kinnaird / Getty Images

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